“Que tonta/o soy”, “Mira que soy inútil”, “No sirvo para nada”, “Todo me sale mal”… ¿Cuántas veces nos habremos pillado hablándonos así cuando algo no sale como queremos o cuando notamos que nos hemos equivocado en algo? ¿Y con que finalidad nos lo decimos? Tenemos la mala costumbre de descalificarnos o etiquetarnos con adjetivos negativos para evitar que la próxima vez nos salga mal algo o no volver a equivocarnos en la siguiente ocasión ¿Y de que nos sirve? Es que después de haberme hecho esa crítica negativa tan dura, no he vuelto a errar? Pues no, como ser humano que somos nos volveremos a equivocar, y no pasa nada, aprenderemos de nuestros errores e intentare la próxima vez hacerlo mejor. Por eso, es importante, que aprendamos la diferencia entre crítica negativa y crítica constructiva, e intentemos realizar esta última.

A mis pacientes siempre les pongo un ejemplo, si estoy cocinando, pongamos que lentejas, y se me queman, la emoción que sentiré en principio es frustración, pero esta se potenciara y se le sumaran otras emociones como culpa, ansiedad, tristeza, agobio… estas últimas emociones se darán porque irán acompañadas de pensamientos de soy una inútil, no valgo y de regañarme severamente por ello. ¿Esto me ayudara a no volver a quemar las lentejas?  No, seguramente no, sería más acertado decirme “Presta más atención la próxima vez para que las lentejas no se quemen e intenta no realizar tantas cosas a la vez” seguramente esto sea más eficaz y realista  y mi autoestima no se vera dañada.

Es verdad que en la sociedad en la que vivimos parece que el error no está permitido, que tenemos que ser perfectos en todo lo que hacemos, incluso nos “venden” la perfección como un adjetivo positivo y algo bueno. Y nos lo ponemos todos como objetivo en la vida “ser perfectos”. Sin tener en cuenta las consecuencias que esto conlleva para nuestra autoestima.

Lo veo a menudo en consulta, pacientes que vienen con ansiedad, obsesiones y otras sintomatologías, que no saben porque están todo el día ansiosos o agobiados “si tengo todo…”, “si las cosas me van bien…” me suelen decir. Y cuando les pregunto “te consideras perfeccionista?” me responden “No, no, para nada soy perfeccionista, y mucho menos perfecto…hay muchas cosas que no se me dan bien y me equivoco a menudo”. Ya, claro, es que ser perfeccionista no es sinónimo de ser prefecto o de dominar a la primera lo que uno se propone hacer, ser perfeccionista es “intentar evitar el error a toda costa”, es decir tener un miedo atroz a equivocarse, pretender hacer todo bien a la primera (sin tener en cuenta que una persona consigue dominar algo a base de practicar y esfuerzo), para ello se comportara de una manera determinada como haciendo  comprobaciones  excesivas, poniendo exceso de celo en el cumplimiento del deber, orden excesivo, indecisión constante, lentitud, pereza y desidia, acumulación…Si no consigue hacerlo como tiene en mente se frustrara, sentirá agobio, se criticara negativamente, tendrá ansiedad…

Y me diréis, bueno a nadie le gusta equivocarnos, y es verdad. Pero una cosa es necesitar no equivocarnos nunca y otra diferente que no nos guste equivocarnos. Son conceptos diferentes.

Las personas perfeccionistas experimentan poca satisfacción en lo que hacen, son inflexibles con sus propósitos de logros desmesurados, los objetivos que se marcan suelen ser elevados, tienen miedo al fracaso, su atención está puesta en evitar el error, sus actitud ante las tareas es de tensión /ansiedad, su valía personal depende de los resultados, frecuente retraso en la realización de las tareas, interés por evitar las consecuencias negativas, fracaso vinculado a una dura autocritica, pensamiento en blanco y negro (perfección versus fracaso), creencia de que uno no debería sobresalir, tendencias compulsivas, dudas e inseguridad. Por el contrario las personas que solo intentan mejorar serán capaces de experimentar satisfacción o placer, de cambiar sus propósitos en función de la situación, objetivos y propósitos asequibles, los objetivos se emparejan con las limitaciones de las personas y sus recursos, se esfuerzan por el éxito, interés en hacer las cosas bien, relajado pero cuidadoso en las tareas, su valía es independiente de lo logrado, empiezan y acaban las tareas a tiempo, motivación por el logro del feedback  positivo de la recompensa, fracaso asociado a la decepción y a la renovación de esfuerzos, tienen un pensamiento equilibrado, deseo de sobresalir, razonable seguridad en torno a las acciones.

Comentado todo esto, eres tú el que decide si prefieres seguir teniendo miedo al error/fracaso o prefieres disfrutar con lo que haces y aceptar que como ser humano que eres, el error va adherido a ello.

 

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